El 24 de junio de 1571 se funda la ciudad de Manila en Filipinas. Coincidiendo con este aniversario, Sevilla Selecta publica en su versión digital la entrevista que realizamos hace unos meses a la escritora Susana Cayuelas, autora de la novela «Cartas desde Manila»

Sevilla Selecta publica esta fascinante conversación entre nuestro Director Diego Torres y la autora de la novela que le transportará a la lejana y exótica Manila del siglo XIX, en un viaje apasionante en el que descubriremos entre otros aspectos, cómo era la ciudad de Manila y sus Intramuros, sus habitantes y su vida cotidiana, sus arquitectura, su religión, sus tradiciones, su moda (con los mantones como protagonistas) y descifraremos el origen del término chabacano.

«Cartas desde Manila», es nuestra novela recomendada para esa lectura sosegada de las tardes de verano. Puro exotismo.

Diego Torres: La novela recrea la vida de Elvira, una joven española que parte hacia la exótica y lejana Manila de 1887 para reunirse con su marido. ¿Cómo es la Manila que se encuentra la protagonista?

Susana Cayuelas: Manila era una ciudad cosmopolita, mucho más de lo que Elvira podía esperar e incluso de lo que se sabía desde España. Era una ciudad que bullía, estaba llena de gente que había llegado dispuesta a hacer negocios. El levantamiento de algunos impuestos y la liberalización del cultivo del tabaco estaban facilitando la creación de nuevas empresas y factorías. Tenía una población bastante alta, cercana a los 300.000 habitantes entre los cuales había una colonia de unos 40.000 chinos. Eran un grupo muy grande y de mucha presencia en la ciudad. Se dedicaban al comercio, la artesanía, la venta ambulante, eran cocineros, hacían de todo y se les llamaba sangleyes en líneas generales. Por otro lado los españoles apenas eran algo más de 2.000 personas, entre los que muy pocos vivían con sus familias, había unos cien hombres de negocio de distintas nacionalidades y el resto, naturalmente, eran filipinos y mestizos originarios del país. Era una ciudad viva y que hacía negocio con el resto del mundo. Una sociedad que trataba de abrirse a una nueva época, que se estaba modernizando y quería acercarse cada vez más al resto de España.

Diego Torres: Según sus propias palabras Cartas desde Manila es una novela de intriga, acción y amor en la que tiene mucha importancia los personajes que va encontrando Elvira en su aventura por las tierras del Pacífico. Recordemos que en el siglo XIX, Manila forma parte del Imperio español (es el tercer puerto de España) y es uno de los puertos comerciales más importantes de Asia con una extraordinaria mezcla de culturas y personajes peligrosos. ¿En cierta manera esa Manila anclada en el tiempo, oscura y peligrosa podría recordar a la Sevilla del siglo XVI?

Susana Cayuelas: En realidad la única similitud con esa Sevilla es el hecho de que ambas eran ciudades portuarias en el momento en que comentamos, pero son ciudades muy distintas. Manila es la unión de una serie de poblaciones, San Miguel, Sampaloc, Tondo, Santa Cruz, Binondo, Intramuros y algunas más. Una ciudad atravesada por un río y por multitud de canales, a los que se llamaba esteros, que separaban las poblaciones entre sí o las atravesaban. Para ir de un lugar a otro siempre estabas cruzando puentes, nunca olvidabas que vivías en una isla. Cada población tenía su propio carácter: en Intramuros, la ciudad amurallada donde vivían los españoles, era ordenada, limpia y muy tranquila, en ella estaban los órganos de gobierno, la dotación militar del Fuerte de Santiago, la mayoría de las iglesias y conventos, los colegios y las universidades. En Tondo estaban la mayoría de las huertas y granjas que surtían a la ciudad, en Santa Cruz los artesanos plateros, joyeros, San Miguel era un barrio residencial, Binondo era el distrito comercial, etc. Por otro lado la temperatura marcaba muchísimo la vida diaria. El clima era muy caluroso y húmedo prácticamente todo el año con fuertes tormentas.

Diego Torres: Otra de las novelas que recrea ese cruce de culturas entre oriente y occidente es El imperio del sol de J.G. Ballard de 1984 y que tres años después llevó al cine Steven Spielberg. Dos culturas, dos mundos y un solo lugar de convivencia. En su novela en cierta manera también se describe el viaje personal de Elvira hacia el atroz despertar y pérdida de la inocencia y sobre todo, el descubrimiento de la cruel condición humana, ¿cómo es ese viaje personal y esa transformación?

Susana Cayuelas: A Manila llega una joven de 20 años recién casada y allí descubre la realidad de la vida. Las circunstancias a su alrededor van haciendo que la madurez tarde poco en llegar, a pesar de que la esencia de su carácter se mantiene. Nada es como ella esperaba, en realidad nada es como ella había soñado. Por otro lado es una persona muy curiosa y decidida por lo que termina encontrándose en situaciones que no serían nada convencionales para una joven de su edad y condición a finales del siglo XIX. Los distintos personajes que van apareciendo en su vida hacen que vaya considerando las cosas desde puntos de vista que nunca habría imaginado. Todas estas circunstancias hacen que su vida vaya por unos derroteros que no estaban previstos y que le harán conocer lo mejor, pero también lo peor de las Islas Filipinas y sus habitantes.

Diego Torres: Intramuros era la ciudad fortificada donde vivían la mayoría de españoles en la isla. ¿Cómo era el día a día de estos españoles? ¿Tenían sus propias costumbres? ¿Sus habitantes se mezclaban con el resto de la población? He leído que todas las noches se cerraban sus puertas…

Susana Cayuelas: La jornada en Manila en general se iniciaba temprano para aprovechar las horas más frescas del día. Las universidades y colegios de Intramuros se llenaban de alumnos desde primera hora. Otro tanto ocurría con aquellos que iban a trabajar a las distintas fábricas de tabacos cuyos empleados se contaban por miles. En las calles se agolpaban los carruajes y carros de transporte de mercancías desde el amanecer. El centro de negocio estaba en Binondo donde se encontraban los comercios y oficinas, principalmente en la calle Escolta y los que eran regentados por chinos en la calle Rosario. Las calles de Binondo estaban atestadas de gente de compras, de puestos de comida, de hombres de negocios y también de jóvenes recaderos llamados coolies que iban de un lugar a otro con encargos y notas. A última hora de la mañana era el almuerzo y posteriormente la hora más calurosa era la de la siesta en la que pocos salían a la calle. Pasado este tiempo de descanso los españoles tenían la costumbre de ir al Paseo de La Luneta junto a la Bahía de Manila. Acudían a pie, a caballo o en carruaje y pasaban unas horas departiendo con sus conciudadanos. A la puesta del sol sonaban las campanas de las iglesias de Intramuros, en este momento todo el mundo se quedaba quieto en un momento de oración y a continuación terminaba el paseo, por lo que regresaban a sus casas a la cena. Después de cenar era habitual ir a casa de algún amigo a lo que llamaban tomar el cha que era una reunión social en la que estaban hablando, jugando a las cartas u oyendo música, dependiendo de si era más o menos festivo, y sobre las once de la noche cada uno se marchaba a su casa. Por otro lado es importante saber que el conocimiento general que tenemos de la vida colonial del siglo XIX es a través de películas anglosajonas y la vida de los españoles era diferente. En una reunión en cualquier casa podías encontrar desde un militar o un mestizo a un sacerdote, un español o un filipino. Una de las primeras cosas que me dijeron cuando empecé a estudiar la vida cotidiana de los españoles en Filipinas en el siglo XIX fue: “no éramos ingleses”. La verdad es que esta frase, que me hizo sonreír en su día, fue muy certera. Las puertas de Intramuros se cerraban durante años para proteger a sus habitantes, tanto de los ataques de los piratas moros del sur como de los de otras potencias extranjeras. No hay que olvidar que Manila era muy deseada, de hecho los ingleses la tomaron durante casi dos años a finales del siglo XVIII. Pero a mitad del siglo XIX se decidió dejar abiertas las puertas permanentemente lo que facilitaba mucho la vida de todos.

Diego Torres: Cartas desde Manila describe perfectamente un marco de vida real, pero narrando una historia absolutamente ficticia. Comente por favor a nuestros lectores cómo surgió la idea de crear esta novela. Creo que todo empezó al encontrar en un baúl de su casa de campo, unas cartas de sus bisabuelos.

Susana Cayuelas: Así es, encontré una carta de mi bisabuelo escrita en 1896 cuando ya estaba de vuelta en España. En ella narraba el doloroso episodio de la muerte de su hijo a su hermano. Esta carta me hizo ver que quienes estaban en los cuadros con grandes marcos y en las fotografías de época eran personas como nosotros que sencillamente habían vivido en otro tiempo. Que habían tenido sus alegrías y sus penas, sus aciertos y sus errores. Mis bisabuelos llegaron a Manila con un hijo de tres años, y mi curiosidad natural me hizo preguntarme muchas cosas. ¿Cómo era aquella vida en el siglo XIX? ¿Cómo eran las ciudades? ¿Cómo eran las casas? Entre otras cosas, y por deformación profesional, yo me preguntaba ¿cómo montó mi bisabuela la casa al llegar allí? ¿Qué aspecto tenía? ¿Dónde hacían la compra? ¿Cuáles eran las costumbres sociales? Con todas estas preguntas rondándome en la cabeza seguí indagando en la biblioteca familiar, pero, aunque había algunas cartas personales, la documentación era casi exclusivamente de los negocios familiares por lo que inicié una búsqueda en internet para averiguar cómo era la vida cotidiana en Filipinas en el siglo XIX y di con los escritos y trabajos de la doctora Elizalde del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Diego Torres: Háblenos del trabajo previo de documentación. Debe haber sido fascinante investigar ese periodo de la historia de España tan desconocida y olvidada, ¿quién le ha ayudado durante los 5 años de investigación previa? La figura de la Doctora Elizalde ha sido importante para recrear su novela ¿verdad?

Susana Cayuelas: La generosidad de la doctora Elizalde ha sido determinante a la hora de orientarme en el estudio de la vida en Filipinas en el último tercio del siglo XIX. Como le comentaba encontré sus trabajos y contacté con ella que, desde el primer momento, me indicó dónde buscar, con quien hablar y qué leer. Me orientó en un mundo que para mi era absolutamente desconocido. Además he estado buceando en las bibliotecas digitales de distintas universidades tanto españolas como americanas. He leído libros de viajeros, españoles y extranjeros, que estuvieron durante el siglo XIX en Filipinas, artículos de periódicos y de revistas ilustradas que son muy típicas de la época. También, y por supuesto, he leído los trabajos de muchos investigadores y docentes españoles, que tengo que decir que tienen una categoría extraordinaria. La verdad es que ha sido una investigación exhaustiva, de hecho la bibliografía del libro consta de más de cien libros así como unos ochenta sitios web en los que he estado buscando información. Pero hay algo que me ha llamado la atención, mucha parte de nuestra historia la he tenido que estudiar en inglés ya que la documentación y las imágenes se han conservado en bibliotecas americanas. Es cierto que en nuestras universidades e instituciones hay mucha información, pero gran parte de la documentación gráfica que yo he encontrado estaba en América.

Diego Torres: Llama la atención la gran belleza de los grabados, ilustraciones y fotografías que ilustraban las escenas de la vida cotidiana de aquellas personas y sus costumbres y paisajes. Hay una gran cantidad de pintores de aquella época de una calidad sublime. ¿Qué pintores o artistas nos aconseja “googlear” para descubrir estas escenas?

Susana Cayuelas: La pintura filipina del siglo XIX es una gran desconocida y en los últimos tiempos se está descubriendo un poco más. La dulzura de los cuadros de Juan Luna y Novicio, la delicadeza de la pintura de Félix Resurrección Hidalgo o la ingenuidad de las acuarelas de José Honorato Lozano nos ilustran, cada uno en su estilo, cómo era la vida en esa época. Muchas de estas obras son conservadas por el museo de El Prado y por la Biblioteca Nacional. También son preciosos los grabados que se solían publicar en las revistas ilustradas, como la Ilustración Filipina o la Ilustración Española y Americana y que están en la Biblioteca Digital Hispánica de la BNE. La mayoría de estos grabados son de CW Andrews y de Baltasar Giraudier y tienen una belleza extraordinaria.

Nota del entrevistador:

Recordemos que han sido 400 años de convivencia entre españoles e isleños. Durante todos esos años se crearon fuertes lazos comerciales entre los españoles y esa zona del Pacífico. El Tratado de Tordesillas repartió el mapamundi entre españoles y portugueses de la siguiente forma: las nuevas tierras descubiertas en el Nuevo Mundo serían para los españoles y las tierras más allá de Cabo Verde para los portugueses. Con dos evidentes excepciones: Brasil y Filipinas. En Filipinas se crearon grandes empresas gracias a la mentalidad de oligopolio del Imperio. Pero sinceramente, creo que nunca se llegó a tratar una estrategia sólida en la administración y comercio en estos consulados marítimos del Pacífico. Célebre fue la labor del magnífico Galeón de Manila.

Diego Torres: Aún así, eran muchos los empresarios españoles que se embarcaban en un viaje hacia un país desconocido, incómodo por el calor sofocante y muy peligroso por desconocido, ¿así sucedió con sus bisabuelos?

Susana Cayuelas: En efecto. En mi familia el primero que marchó a Filipinas fue uno de mis tíos bisabuelos en 1867 para montar el primer telégrafo de las islas y, poco a poco, fue tirando del resto de sus hermanos y de alguna hermana como mi bisabuela. De hecho mi tatarabuela vio partir para Filipinas a cuatro de sus hijos y nunca volvió a verlos. Otro de los hermanos de mi bisabuela era médico y estuvo ejerciendo en la provincia de Tayabas durante algunos años, más tarde se fue a Manila donde se dedicó a los negocios. Y mi bisabuelo, que era militar en excedencia, también formó parte de la empresa bancaria familiar y tuvo sus propios negocios. Poca gente sabe que la primera Sociedad de los Teléfonos de Manila la montaron españoles y fueron mi bisabuelo y sus cuñados. Y como ellos muchísimos españoles que crearon empresas y fábricas y que se dedicaron a todo tipo de trabajos: farmacéuticos, ingenieros de montes, abogados, ingenieros de telégrafos. Como digo al inicio de mi novela: cuando llegaron los americanos había muchas cosas que ya existían en Filipinas y que las hicimos los españoles. Por ejemplo el primer puente colgante de Asia se inauguró en Manila en 1852 y lo hicieron ingenieros españoles.

Diego Torres: Intentemos realizar ahora un panorama resumido sobre ese periodo de la Historia de Filipinas forjada por los españoles. Imagino que ha podido encontrar mil anécdotas curiosas, como la del envío de un cuadro por parte del rey Fernando VII a Filipinas.

Susana Cayuelas: Hay muchas anécdotas pero esta, en concreto, es muy curiosa. En 1825 el rey Fernando VII encargó a su pintor de cámara, Vicente López, un retrato suyo para enviarlo a las Islas Filipinas en prueba de su afecto por ellos. El cuadro llegó a Manila y la ciudad se vistió de gala para recibirlo, se hicieron arcos de triunfo y se adornaron tanto los edificios públicos como muchas casas particulares. La primera noche, tras desembarcar, estuvo en la población de Binondo y a la mañana siguiente recorrió las calles de Manila hasta entrar en Intramuros camino del palacio del Gobernador y Capitán General. Iba en un carro triunfal construido para la ocasión y, a su paso por las calles, era aclamado como si del mismísimo rey se tratara. Realmente se hizo una gran celebración en la ciudad a la llegada de una pintura, lo que no deja de ser peculiar.

Diego Torres: ¿Qué es el chabacano?

Susana Cayuelas: El chabacano es una lengua criolla que tiene como base el español. Su origen está en el arsenal de Cavite, allí coincidían trabajadores españoles, filipinos y mexicanos que, para comunicarse entre ellos, utilizaban el castellano antiguo. Cada uno lo hablaba con los giros propios de su entorno y cometían muchos errores gramaticales cambiando sílabas e inicio y terminaciones de palabras. Todo esto dio lugar a un dialecto que ha llegado hasta nuestros días y que, principalmente, se mantiene en las islas del sur en especial en Mindanao. De hecho incluso se enseña en algunos colegios infantiles aunque no es una lengua oficial. Pablo M. Díez escribió unos artículos muy interesantes al respecto en ABC hace unos años contando cómo hay, incluso, un movimiento social para que se mantenga y se siga enseñando.

Diego Torres: Siempre se ha hablado de la gran calidad de las Universidades filipinas. Desde un primer momento tuvo mucha importancia la educación y la formación en aquellas islas. (Universidad de Santo Tomás, 1611, la fundó Miguel de Benavides)

Susana Cayuelas: Es cierto, la educación era muy importante en Filipinas. Había colegios y universidades con distintas disciplinas como medicina o filosofía. De hecho la universidad más antigua de Asia la fundaron los dominicos en Manila en 1611 y ha llegado hasta nuestros días. También había colegios tanto masculinos como femeninos. Por ejemplo, el colegio de Santa Isabel estaba dedicado al cuidado y educación de las niñas huérfanas y así mismo se fundó en el siglo XVII. Y no solo la educación era en Filipinas, muchos estudiantes venían a España y a otros países de Europa para completar sus estudios.

Diego Torres: En cuanto a la religión, ¿los españoles llevaron la arquitectura religiosa y la devoción por sus santos y vírgenes a Filipinas?

Susana Cayuelas: La religión católica formó parte de la historia conjunta de España y Filipinas desde el inicio. Hoy día Filipinas es el único país católico de Asia. La arquitectura religiosa forma parte de la vida de Filipinas y en muchos lugares es prácticamente el único vestigio de la presencia española en las islas. A pesar de las muchas calamidades que han ocurrido como fuegos, tifones, terremotos o guerras, muchas iglesias y monasterios siguen en pie. Hay algunos casos impresionantes de permanencia como el de la catedral de Manila, que quizá deberíamos decir las catedrales, porque desde la primera que se construyó ha habido ocho catedrales en el mismo lugar sucesivamente destruidas y reconstruidas hasta nuestros días. Hay muchas devociones pero la más importante es la que se tiene al Santo Niño de Cebú. Nos cuenta la historia que Magallanes regaló la imagen al jefe de la tribu de Cebú y la devoción se ha mantenido por los siglos en todas las Islas Filipinas. La iglesia, con sus luces y con sus sombras, como todos, hizo una gran aportación cultural a Filipinas.

Diego Torres: ¿Cómo vestían los filipinos? Telas, sedas, mantones de Manila…

Susana Cayuelas: Este es un aspecto peculiar en el que merece la pena detenerse. La ropa que utilizaban en Filipinas era muy diferente de la que se usaba en Europa en la época. Las señoras solían llevar una falda larga llamada saya y sobre ella una sobre falda de otra tela, llamada tapis. Las camisas eran sueltas y tenían las mangas amplias y siempre llevaban un pañuelo sobre los hombros ceñido por delante con un broche. Lo más peculiar eran los zapatos, se llamaban chinelas y eran unas zapatillas solo cubiertas por delante. Esto era un gran contraste para las europeas ya que ellas en esa época estaban acostumbradas a usar zapatos abotonados hasta el tobillo. Era habitual ver a una española combinando la ropa filipina con la moda europea y vistiendo una falda amplia típica del momento con una camisa y pañuelo filipinos. Quizá lo más espectacular era el tejido de piña. Se hacía con los filamentos de las hojas del abacá que se anudaban para luego tejerlos creando un lienzo sutil y muy elegante que habitualmente se bordaba en colores blancos y quedaba espectacular. Este mismo tejido se usaba para las camisas de hombre que eran de manga larga y sueltas sobre el pantalón y se llamaban barong tagalog. Por otro lado las sedas que tenían eran maravillosas, hay que recordar la cercanía con China y la cantidad de comerciantes de esa nacionalidad que había en Manila, lo que hacía que la ropa fuera realmente vistosa.

Diego Torres: Me apasiona la decoración y las antigüedades orientales. ¿Cómo era la arquitectura y el interior de esas casas coloniales de los españoles? La calidad en los materiales de los objetos era extraordinaria.

Susana Cayuelas: Era preciosa, las casas de las ciudades solían tener la planta baja construida en piedra, en ella había un patio donde estaban las cocinas y zonas de servicio y en la planta alta estaban las habitaciones donde hacía la vida la familia. Esta planta era de madera, tanto los suelos como los techos, y tenía ventanales a la calle y al patio lo que permitía una ventilación cruzada muy importante para reducir la temperatura. En las ventanas no había cristales sino que eran paneles correderos hechos de cuadrados pequeños del caparazón de una concha y se llamaba capiz. Los muebles eran de maderas tropicales y muy labrados, y las lámparas de aceite de porcelana y muy vistosas. Por otro lado había muchísimos objetos de decoración procedentes de China como grandes jarrones y tibores o paneles para las paredes bordados en seda y con nácar. Era muy común que hubiera también muebles lacados, muchos en negro y con incrustaciones en madreperla y en marfil formando figuras florales y sobre todo pájaros. ¡Te habrían encantado las casas! Aún quedan algunos ejemplos de casas tradicionales filipinas, principalmente en Taal y en Vigan.

Diego Torres: Usted ha heredado el gusto por la decoración asiática. En su vida profesional es interiorista, ¿no es cierto?

Susana Cayuelas: Efectivamente yo soy interiorista y es una profesión a la que me dedico desde hace más de 25 años trabajando en Sevilla con mi marido que es arquitecto. No cabe duda de que el entorno en el que has vivido te marca y yo me he educado entre jarrones y tiras bordadas en seda en las paredes, para mí forma parte de mi infancia y de mi vida. La verdad es que me encanta la porcelana, las flores, los bordados y me apasiona el nácar con todas sus iridiscencias según el lugar de procedencia y la luz que refleje. Bien encajada en una decoración contemporánea, son piezas que aportan un toque de distinción y una nota de color.

Diego Torres: ¿Ha visitado Manila? ¿Ha tenido la oportunidad de visitar personalmente todos esos lugares? ¿Que se encuentra el viajero en 2018 al llegar a Manila?

Susana Cayuelas: Lamentablemente no he visitado Manila, pero si he estado varias veces en Asia y en lo que al clima y formas de vida se refiere la diferencia con Europa es abismal. En realidad en Manila quedan pocos vestigios de la presencia española. Hay que recordar que Manila fue totalmente destruida durante la segunda guerra mundial, especialmente Intramuros que fue arrasada. Y además en los años posteriores a la guerra muchos de los edificios que quedaban en pie se demolieron ante la situación en la que se encontraban. Se reconstruyeron las murallas de Intramuros y poco más.

Diego Torres: El 13 de agosto de 1898 fue una fecha trágica para el Imperio Español. Fue la fecha que se perdieron las Islas Filipinas. Siempre se ha estudiado ese suceso como una pérdida y una gran tragedia, pero sinceramente yo pienso que se debería pensar que fueron 400 años de convivencia extraordinaria, con gran orgullo para los españoles por formar parte de esa cultura. ¿Usted también lo ve de esta manera?

Susana Cayuelas: El final del siglo XIX es un momento durísimo para nuestro país, es la caída definitiva después de haber sido el gran imperio. La sensación que yo he tenido con el silencio, sobre Filipinas especialmente, es como si no quisiéramos recordar lo que fuimos por haberlo perdido. Yo creo que ese momento ya ha pasado, ahora es el tiempo de recordar cuánto nos enriqueció el contacto con otras culturas y cuantos recuerdos nos dejó. Ha sido muy curioso la cantidad de gente que, en el último mes, me ha dicho que tuvo familiares en Filipinas durante el siglo XIX, y a todos les digo lo mismo: “seguro que en tu casa hay algún recuerdo de la época” y así es. Es bueno recordar nuestra historia y en este caso Filipinas y España han tenido una historia conjunta durante casi cuatro siglos.

Diego Torres: Este año de 2019 se conmemora el V centenario de la circunnavegación de la tierra por Magallanes y Elcano durante la cual se descubrieron las Islas Filipinas. Con tal motivo se están preparando congresos, películas y eventos de importancia tanto en España como en Filipinas. Sevilla Selecta está junto al equipo de la ópera Magallanes, no hay rosa sin espinas. Con su libro y todos los actos culturales previstos quizá sea el mejor momento para descubrir Filipinas y toda su fascinante historia.

Susana Cayuelas: La verdad es que es un momento importante para recordar lo que nos une, que es mucho más que lo que nos separa. Yo trato de aportar mi granito de arena con este libro sobre la vida, sobre el amor, sobre la aventura, sobre lo desconocido, sobre lo inesperado y sobre la importancia del recuerdo de las Filipinas españolas. De verdad que me gustaría que dejáramos de sentir pena por la pérdida y empezáramos a recordar con orgullo que un día formaron parte de nuestro país.

Diego Torres: Quizá su novela se lleve al cine o se realice una serie. Las plataformas se han multiplicado últimamente y su novela y ambientación es muy propicia para este tipo de nuevas producciones para tv. ¿Tiene pensado escribir un segundo libro? ¿De qué trataría?

Susana Cayuelas: ¡Sería estupendo! Me encantaría porque podría ser la forma de mostrar al mundo lo que era esa vida tan desconocida de los españoles en Filipinas en el siglo XIX. España y los españoles formamos parte de una historia mundial que ha sido olvidada, especialmente siglos como el XIX, en los que ya no éramos la gran potencia que en siglos anteriores, pero hicimos mucho y es una pena el desconocimiento general acerca de nuestra propia historia. Respecto a otro libro, de momento acabo de publicar “Cartas desde Manila” y estoy muy ilusionada en darlo a conocer a todo el mundo. Tengo algunas ideas futuras rondando por mi cabeza, ¡pero ya veremos!

Diego Torres: Invitamos a nuestros lectores a conocer su Twitter @cartasdmanila en la que va contando, a través de la voz de su bisabuela, todo lo que ha estudiado en estos años al documentarse para la novela. A día de hoy ya tiene más de 4.000 seguidores. También acaba de abrir cuentas en Facebook: Cartas desde Manila y en Instagram @cartadesdemanila

Susana Cayuelas acaba de ser nombrada nueva delegada territorial de Fomento, Cultura y Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía en Sevilla.

También queremos agradecer a Fundación Puerta América la labor de divulgación de nuestra Historia y en concreto del esplendor de una época en la que las expediciones y descubrimientos de nuevos territorios en el Nuevo Mundo situaron a nuestra nación como protagonista indiscutible en la Historia de los siglos XV, XVI, XVII Y XVIII.

El 24 de junio de 1571 se funda la ciudad de Manila (Filipinas) por Miguel López de Legazpi quien había zarpado de Sanlúcar de Barrameda años antes con destino a México.

Miguel López de Legazpi, nació en Zumárraga (Guipúzcoa), el 12 de junio de 1502, y moriría en Manila el 20 de agosto de 1572. Un año después de su fundación.

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